viernes, 26 de octubre de 2012

“Mi objetivo como artista es ser testigo de la época en la que vivo”

El reconocido orfebre Carlos Pallarols, heredero de una tradición familiar que enorgullece, se destaca por innovar en el oficio y otorgarle un aura propia a cada una de sus piezas. En una entrevista con Dínamo, contó sus impresiones e inspiraciones

Por Belén Ruiz 
Publicado en Revista Dínamo Cultura 
http://www.revistadinamo.com/?p=3061

No hi ha somnis impossibles, significa que no hay sueños imposibles en catalán. Aquella frase en la pared me reveló que no sólo estaba en un taller de arte si no que estaba en el refugio soñado por un artista. El orfebre mira la frase y expresa con el corazón: “Siempre soñé con este taller”.
Conocer el taller donde trabaja Carlos Daniel Pallarols (44) fue una experiencia mágica. Carlos es la séptima generación de orfebres consagrados de la familia Pallarols. Desde muy chico realizó importantes obras que forman parte del patrimonio cultural argentino, aunque confiesa que el patrimonio más grande que tiene son sus afectos y su tiempo.
Carlos es hijo de Juan Carlos Pallarols -el orfebre de los presidentes- con quien realizó, a los 16 años, el bastón de mando que utilizó Ricardo Alfonsín. Por un lado, Carlos mantiene la tradición familiar, pero, por el otro, se destaca por su carácter innovador en la orfebrería, con un estilo propio y actual. “Empecé a relacionarme con cosas y elementos que tuvieran que ver con mi época”, manifiesta.

¿Cuándo y cómo surge la orfebrería en los Pallarols? 
Carlos Pallarols: Hasta donde sabemos la historia arranca en 1750 en Barcelona, la casa matriz de los Pallarols. Te digo hasta donde sabemos porque, por los títulos nobiliarios que hemos heredado, suponen que no somos siete generaciones, sino que somos más. El primero de la dinastía es Vicente Pallarols, yo soy la cuarta generación de orfebres en la Argentina. El primero que llegó al país fue Rafael Pallarols, en 1804. Pero después de su lucha en las Invasiones Inglesas, decidió volver a Barcelona. Después, llegó mi bisabuelo y decidió quedarse cuando estalló la Guerra Civil Española porque volver a Barcelona era arriesgarse a que lo mataran. Los catalanes estaban muy prohibidos por el régimen de Franco. Por eso, mi bisabuelo decidió quedarse y a partir de ahí arrancan todas la generaciones en Buenos Aires.
¿Qué recuerdos tenés de tu infancia relacionados con el oficio y a qué edad comenzó tu curiosidad? 
CP: No sé en qué momento decidí que quería ser orfebre, pero puedo decir que desde que tengo conciencia siempre supe que quería serlo. Me gustaba mucho estar en el taller, era increíble que me dejaran estar en un lugar de adultos y tocar herramientas que otros pibes no las podían tocar. Para mí, el taller era un parque de diversiones. Nunca se me impuso el oficio, eso fue muy inteligente de parte de mis ancestros. Me echaban del taller y me mandaban a dibujar. Mi abuelo decía que para ser un buen artista había que gastar kilómetros de lápiz. No alcanzaba con golpetear o estar en el taller. La base de cualquier oficio es el dibujo.
¿Qué trasmitís vos como padre con respecto a la vocación?
CP: Transmito la pasión. Creo que es muy importante ser apasionado en la vida. Es como la sal en las comidas. Si vos le pones pasión a tu profesión todo se disfruta y sos feliz. La pasión es algo esencial para la vida de cualquier ser humano. A los jóvenes les recomiendo que para el futuro sean apasionados, y que elijan algo que cuando lo estás haciendo te aislás del mundo. Cuando encontrás algo así, aférrate a eso y dale para delante. Y no piensen en cuánto van a ganar porque pueden llegar a ser tipos con mucho dinero, pero ser unos frustrados. El tiempo es uno de los valores más importantes que tenemos en la vida. El tiempo y los afectos son las únicas cosas que vos no podes comprar con dinero. Si para vos la plata es un objetivo, te convertís en un esclavo.

Desde muy chico restauraste emblemáticas obras en plata para el ámbito cultural histórico, político, religioso ¿Cuál consideras el Everest de tu obra?
CP: Mi abuelo Carlos, uno de los grandes artistas de mi familia y uno de mis referentes, diseñó y construyó el féretro para Eva Perón. Pero en el año 1955 cuando estalla la Revolución Libertadora, unos militares lo obligaron a destruir la obra. Mi abuelo, con todo el dolor del mundo, tuvo que destruir una de sus obras más importantes. A los 30 años, me propusieron restaurar el tintero que utilizó Evita en la Legislatura donde ella tenía sus oficinas y recibía a la personas que se acercaban a pedir trabajo o lo que necesitaban. Era el tintero con el que tomaba los pedidos de las personas y tuve el honor de restaurarlo. Esa fue una de las restauraciones más lindas que hice, principalmente por quien lo utilizó y también por lo que sufrió mi abuelo cuando tuvo que destruir su obra para Evita.
¿Cómo fue la experiencia de trabajar en el mural conmemorativo a las víctimas del Holocausto y de los atentados a la Embajada de Israel y a la A.M.I.A? 
CP: Es una obra muy importante para mí. La pieza se exhibe en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires. Es el primer homenaje que le hizo la Iglesia católica al pueblo judío. Es una obra muy interesante porque logró que muchos judíos entren a la Catedral. Es un homenaje que le hicimos por pedido de la Casa Argentina de Israel. La pieza es un gran marco y en el medio tiene documentos rescatados de las ruinas de la Embajada de Israel, la A.M.I.A y también hay de los campos de concentración Treblinka y Auswitch. Son todos elementos rescatados de los escombros. Para mí, fue una experiencia muy fuerte. Después, hice una replica que está en la Iglesia Vaterunser de Berlín.
¿Cuál tu búsqueda artística?
CP: El quiebre sucedió cuando hice el Altar de la Catedral de Buenos Aires, a los 30 años. Es la pieza más importante que cualquier orfebre, en cuanto a lo religioso, puede aspirar. Cuando hice la pieza estaba muy conforme y feliz de haberla hecho, pero sentí que no me identificaba como un orfebre de esta época. Mi objetivo como artista es ser testigo de la época en la que vivo. Entonces empecé a relacionarme con cosas y elementos que tienen que ver con mi época.

Contanos de los nuevos conceptos que incorporaste en la orfebrería
CP: Empecé a investigar y relacionarme con diferentes diseñadores de moda. Cada diseñador es un mundo y tiene un estilo diferente. No son lo mismo Jorge Ibáñez, Francisco Ayala o Roberto Piazza. Después me gusta el tema de la tecnología. Una de las primeras cosas que hice fue punteros láser, después más cercano a esta época hice los pen drive de plata. Y lo último que hice fue, por pedido de Blackberry, unas fundas para el celular. La primera que hice fue para Deepak Chopra. Pero no solamente trabajo en plata sino que la combino con piedras, resinas, fibra óptica, con elementos que tienen que ver con esta época. Sin embargo, no reniego y sigo haciendo mates y marcos.
Gran parte de tu obra artística está dedicada a piezas para catas de vino ¿Qué cosas hay en común entre tu oficio y el de la gente ligada al vino?
CP: Hay muchos paralelismos con lo artesanal de un orfebre y la artesanía de generar un vino. Cuando construí mi propia copa de plata, un sommelier me dijo que la abertura era muy ancha para catar el aroma. Entonces le pedí que me explicara las proporciones de una copa de cata para construir una de plata. Le presenté la copa y se quedó maravillado. Empezó a experimentar la diferencia entre beber en cristal y plata. Lo que descubrió es que la plata al ser una buena conductora toma rápidamente la temperatura del metal y conserva más tiempo el vino en su temperatura ideal.
¿Qué satisfacciones te da tu oficio? 
CP: Una de las cosas que agradezco de mi oficio es que me permite conocer todos los días a personas nuevas. Cuando viene alguien y quiere hacer un regalo, le cuento que quiero plasmar todos los elementos de la persona que vamos a agasajar con la obra. Les pido que me cuenten un poco de su vida y ahí es cuando surgen los verdaderos elementos que necesito para generar la obra y para que quien lo reciba se sienta realmente identificado. Cuando termino la obra y ellos la ven, disfruto poder ver en su mirada la emoción que le generó sentirse identificado con la obra, eso para mí es el aplauso. La persona está mirando la obra y yo estoy mirando sus ojos.

Me gustaría que me cuentes alguna experiencia especial o un momento que te haya marcado a lo largo de este camino como artista. 
CP: Tengo una historia que me dejó de regalo un amigo que conocí a través de mi trabajo. Hoy es uno de mis mejores amigos y mi abogado. Él me pidió una obra para regalar, que hable de la generosidad y que fuera un mate. Entonces le diseñé un mate tipo calabaza, que de un lado tenía las iniciales de quien lo recibió y del otro lado le diseñé unas manos abiertas, en posición de ofrecer. La pieza la acompañé con una carta donde le contaba a este señor en qué había pensado cuando diseñé el mate. Le conté que cuando uno tiene las manos abiertas tiene grandes posibilidades de que le quiten, pero también tiene muchas posibilidades de recibir. Si vos tenes la mano cerrada, es imposible que alguien te saque algo, pero también es imposible que alguien te dé. Por eso, es mucho más lindo vivir con las manos abiertas.
¿Con qué te conectas al momento de crear tus obras? 
CP: Las piezas tienen que tener espíritu. Una obra tiene que tener vida propia. Que pase de ser un elemento inerte a una pieza que te cuente algo. Pero la inspiración no es mágica. Yo trabajé toda mi vida y sigo trabajando para mejorar mis capacidades. “Cuando llegue la inspiración, que me sorprenda trabajando”, decía Picasso.


Fotos: Gastón Bardy 


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